La técnica del enconchado en pintura se popularizó en la Nueva España de finales del siglo XVII y principios del XVIII y alcanzó un gran éxito en determinados círculos sociales, como las elites del virreinato.
Las pinturas enconchadas y la reinterpretación del arte de la plumaria resultaron manifestaciones netamente novohispanas, como emblemas de una identidad artística propia frente a la tradición europea imperante.
Durante muchos años han ocupado un lugar marginal en los estudios sobre la pintura y por sus particularidades se las ha considerado como artes decorativas.
Las obras en su mayoría son anónimas. Entre los pocos autores reconocidos por estos trabajos se encuentran Miguel y Juan González, Nicolás Correa, Antonio Santander, Rudolpho, Agustín del Pino y Pedro López Calderón.
Los González se destacan por una serie de 24 tablas de la Conquista de México (1698) conservada en el Museo de América de Madrid que originalmente perteneció a Carlos II, así como una serie del mismo tema y número de tablas del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires. La segunda colección está firmada por Miguel, mientras que la primera fue en coautoría con Juan.
Cuándo surgió el enconchado
En la segunda mitad del siglo XVII, las clases altas radicadas en las colonias españolas poseían enormes fortunas. El auge económico del Nuevo Mundo, impulsado por la producción agrícola y las nuevas tecnologías de la minería y la metalurgia, estimuló la fabricación de los artículos de lujo: las cerámicas finas, los mosaicos de plumas, las lacas y los objetos de madreperla y carey.
A estos se les sumaron pinturas sobre tabla con incrustaciones de nácar que fueron conocidas como enconchados. Trabajos a medio camino entre la pintura y las artes decorativas, con imágenes de devoción y narración de la histórica.
Si bien las incrustaciones de nácar no supusieron una ruptura total con la manera de concebir la pintura, con el tiempo agregaron sus particularidades a la diversidad imperante en esa época.
Los enconchados tomaron la ornamentación de las lacas japonesas namban, con fondos negros y figuras doradas e incrustadas de concha.
Las obras tuvieron gran aceptación entre los coleccionistas europeos, por lo exótico del medio y la habilidad de los pintores coloniales.
La técnica y características formales
- La técnica del enconchado, de origen oriental y conocida tempranamente en el virreinato de Nueva España, maduró artísticamente en el ambiente novohispano durante las últimas décadas del siglo XVII y primeras del XVIII.
- Por el peso del nácar, el mejor soporte de estas obras es la tabla.
- La ejecución de las piezas exigía un cuidado proceso, resultando primordial la preparación del soporte. Se utilizaba madera (araucaria) forrada en tela (lino).
- Las láminas de nácar de distintos tamaños se adherían a un gesso de escayola y cola animal, y sobre ellas se pintaba con óleo o temple. El nácar permanecía visible a través de las finas capas de pintura, dando a la obra una luminosidad trémula.
- El nácar producía un efecto de iridiscencias que realzaba las escenas.
- La pintura es plana, sin gama de colores y con poco contraste.
- El barniz amarillento le presta uniformidad y modula el color.
- Frecuentemente, para destacar una zona de la composición y acentuar el realismo, se remarcaban con negro los contornos de los personajes principales.
- De acuerdo a las radiografías realizadas a la serie de La Conquista de México, La vida de la Virgen y la existente sobre vida de Cristo, el blanco de plomo se empleaba para las carnaciones de los personajes, detalles de la vestimenta o la composición del paisaje y elementos significativos en la imagen de la tabla.
- El bermellón (sulfuro de mercurio) se empleaba en elementos concretos, como los números de identificación de las leyendas en las series de la Conquista de México, o aplicado como una pasta roja para las ramas con flores y pájaros de la decoración de los marcos.
- Las conchas solían ser de unos 3 ó 3,5 centímetros de diámetro y tener una forma redondeada, aprovechándose la parte central de esta.
- Las conchas se colocaban unas junto a otras sin sobreponerse.
- El brillo de las incrustaciones en la madera se lograban matizando con tenues capas de pintura. Esto añadía relieve y profundidad a la vestimenta, los cuerpos y detalles arquitectónicos.
- Todos los ejemplares conservados la usan. En ocasiones, esta se recubre con lienzo.
Los enconchados incorporaron los marcos a la obra. Ejecutados con la misma técnica, los encuadres tenían exuberantes cenefas formadas por flores, frutos y aves. Además de ornamentales tomados de las lacas japonesas que fueron utilizadas como fuente de inspiración para los artistas.
La palabra laca se presta a confusiones y que ha sido utilizada para designar diversos materiales. El origen del arte de la laca proviene de la China del siglo VI a. C. Varios siglos después, se manufacturaron otras lacas en Japón, Corea, las islas Ryukyu, la India y otros territorios de Asia, principalmente en el sudeste del continente.
A partir de la segunda mitad del 1600, el interés por la laca china y japonesa se expandió por toda Europa, junto con objetos exóticos provenientes del comercio con Oriente.
Desde el siglo XVI, con la llegada de los conquistadores a América, esta técnica alcanzó gran impulso gracias a la influencia de las lacas orientales introducidas desde Filipinas, a partir de 1571, por la ruta comercial. América cuenta con una importante producción de objetos lacados, entre los que se destacan los mexicanos.Informe de la doctora Marta Maier, de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires.
Temas
Los enconchados tenían principalmente una temática religiosa, desarrollándose secuencias narrativas de naturaleza cristológica y mariana. La iconografía de la virgen de Guadalupe alcanzó el protagonismo. La conquista de México fue el argumento por excelencia.
Ejemplos de enconchado
Enconchados de la conquista de México
En las veintidós tablas de Miguel González realizadas en México durante el siglo XVII se conjugan la narración de la historia con el virtuoso equilibrio. Estas integran el patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes y son exhibidas en la sala de arte colonial.
Las figuras centrales son Moctezuma y Hernán Cortés, además de Doña Marina —la Malinche—, quien guió la expedición española. Ellos están rodeados del pueblo y los ejércitos.
Los paisajes, arquitecturas y personajes de espaldas fueron utilizados para independizar los hechos, referenciados con letras y números recogidos en las cartelas explicativas de los pasajes que rematan las composiciones, estableciendo la relación con los acontecimientos descritos en los textos.
Las figuras desconocen las perspectivas propias del tratamiento de las figuras, el espacio y el color.
El soporte empleado es madera (araucaria) forrada en tela de lino. El nácar produce un efecto de iridiscencias que realza las escenas y los fragmentos incrustados en la madera, matizados con tenues capas de pintura, logran añadir relieve y profundidad a la vestimenta, cuerpos y pormenores arquitectónicos.
La tablas funcionan como crónicas visuales de episodios fundamentales de la conquista de Hernán Cortés, según el relato de Bernal Díaz del Castillo. Estas pueden ser leídas como un texto en el que se conjuga la tragedia histórica con las más depuradas técnicas artísticas del período.
Una vez terminada la superficie, el artista planteó su dibujo preliminar con trazos definidos y precisos a pincel con tinta negra. Estas pinceladas gruesas, delgadas, saturadas o aguadas contorneando o definiendo las formas remiten a la pintura oriental.
Las carnaciones fueron trabajadas con mayor carga matérica, superposiciones de delgadas capas y colores más saturados, con el objeto de simular volumen y perspectiva. Las formas están contorneadas con finas pinceladas negras. Puede observarse un juego pictórico interesante entre las imágenes volumétricas y aquellas bidimensionales.
La tonalidad general de las obras se debe a la aplicación de capas de color amarillo traslúcido que denominamos laca. Este tono otorga calidez a las escenas, y el efecto de claridad buscado en zonas del fondo se logró
colocándolo sobre el blanco reflejante de la base de preparación subyacente.
San José con el Niño Jesús
Enconchados del siglo XVII de origen mexicano y autoría anónima.
Tiene incrustados fragmentos de nácar de diferentes tamaños y espesor menor de un milímetro en el soporte de madera.
Las bodas de Caná
Óleo y técnica mixta sobre tabla, incrustación de madreperla.
Firmado y fechado por Nicolas de Correa 1696, Nueva York, The Hispanic Society of America. La obra no tiene marco enconchado.
La obra es un ejemplo espectacular de las artes del diseño. El artista adapta cuidadosamente la labor pictórica para lucir al máximo el brillo del nácar —reservado a la escena.
Contraste entre el inusual fondo negro y el brillo de los pequeñísimos fragmentos de nácar empleados con profusión. En el muro negro del fondo, estos últimos se usan para formar cuadros, mientras que en la parte inferior de la composición simulan un piso marmoleado y a la izquierda se embuten en la vajilla exhibida en el mostrador.
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